La Danza en la Roma Antigua
Bailes festivos y privados en la antigua Roma
En la antigua Roma la danza perdió importancia y valor social y religioso, bailar podía ser algo considerado inconveniente en los hombres, lo que demuestran las críticas dirigidas a Escipión el Africano que tuvo el atrevimiento de danzar ante sus hombres, seguramente una danza guerrera.
En los primeros tiempos de la antigua Roma los ciudadanos romanos solo podían participar en danzas dentro de un contexto militar, cívico o religioso. En una sociedad donde la decencia era la norma de comportamiento en la vida, la intervención en actos festivos donde primaba el entretenimiento no era bien vista e impedía a los ciudadanos más notables tomar parte en los bailes de forma espontánea por su falta de seriedad y utilidad, las cuales eran características del pragmatismo del pueblo romano. Sin embargo, contemplar a los bailarines y bailarinas que ejecutaban sus danzas en diversos festejos era algo habitualmente aceptado.

Existían escuelas de baile donde los bailarines profesionales adquirían habilidades con respecto a la expresión corporal, el sentido del ritmo o la capacidad de improvisación, cualidades que no se adquieren de forma espontánea habitualmente. Algunos ciudadanos particulares asistirían también con el fin de tener algunas nociones de danza que les permitieran demostrar su conocimiento artístico en rituales religiosos o privados.

Durante la República aprender a bailar dejó de considerarse algo indecoroso, entre las mujeres llegó a verse como una muestra de su buena educación, siempre que se practicara según las normas sociales. Durante el Imperio cada vez fueron más las mujeres que se consideraban buenas bailarinas y llegaban a presumir de ello.
Más tarde el baile pasó a formar un género especial de declamación, la pantomima, espectáculo desconocido a los griegos y consistente en piezas cómicas o heroicas expresadas por gestos y bailes; este género se denominaba danza itálica. En esas comedias solía mostrarse como actor el pueblo mismo.

Tales costumbres, aparte de la ya citada de los festines, se conservaron después de la caída del Imperio romano. Los galos conservaron el teatro. Los godos y los francos consintieron a los vencidos la práctica de sus juegos, añadiendo además sus danzas guerreras, circulares y con armas, practicadas por suevos, alanos, vándalos y germanos.