Día del Bailarín de Tango

7 de febrero: Día del Bailarín de Tango

Cada 7 de febrero se celebra en Argentina el Día del Bailarín de Tango, fecha elegida para conmemorar el fallecimiento de José Ovidio Bianquet «El Cachafaz», el 7 de febrero de 1942 en Mar del Plata a los 57 años, después de haber bailado su último tango en el escenario de «El Rancho Grande». Fue un famoso bailarín de tango, que había nacido en la esquina de las avenidas Boedo e Independencia, en el barrio porteño de Boedo, el 14 de febrero de 1885. Era hijo de un francés y una cordobesa.

Desde muy pequeño llamó la atención por su destreza en los movimientos corporales y, más adelante, comenzó a ganar popularidad como bailarín.

En 1911, compitió en un concurso de tango con grandes figuras de la época como Elías Alippi, Juan Carlos Herrera, Ambrosio Radrizzani y Enrique Muiño y obtuvo el primer premio. Su apodo El Cachafaz significa ‘bribón, descarado, insolente, pícaro, holgazán’ y, al aparecer era el juicio que en su juventud mereció de sus mayores, especialmente por su trato con las mujeres. También era conocido, por razones no documentadas, como Benito Bianquet. En 1911, viajó a los Estados Unidos y al volver dos años después instaló una academia de baile. En 1916 actuó en Resaca, la primera de las 14 películas en las que participó. En 1919 estuvo en París, al parecer dando lecciones de baile a personas de la alta sociedad y para actuar en el mítico El Garrón, donde actuaba el músico argentino Manuel Pizarro junto a sus hermanos, pero regresó a la Argentina.

Dejó, tras sus pasos de bailarín de tango, un halo de leyenda que ningún otro pudo alcanzar. Cuando uno piensa en aquel tango iniciático del tango juguetón y canyengue, su figura emerge como símbolo del bailarín de tango que ganó batallas duras y riesgosas gracias a su arte en el manejo de los tiempos, de sus piernas dibujantes y del dueto que supo armar con compañeras de lujo, como Elsa O’Connor (luego devenida en gran actriz dramática), Isabel San Martín y Carmencita Calderón

Era corpulento, usaba el cabello engominado tirante hacia atrás, tenía rasgos aindiados y marcas de viruela en la cara y en las fotos y en el cine siempre posaba con gesto serio. Cuando bailaba el tango con cortes se vestía con saco negro y pantalón fantasía a rayas negras y grises y para el tango de salón usaba esmoquin. Tenía un compás único, era un creador de pasos y de “cortes”. Físicamente no era agraciado; sin embargo, irradiaba simpatía y eso cautivaba a las mujeres y creaba empatía con los hombres. Trabajó mucho para las compañías de revistas de Francisco Canaro. Cuando viajaba extrañaba mucho su casa, el café de Corrientes y Talcahuano donde en las tardes ocupaba siempre la misma mesa y recibía a sus amigos, entre ellos Gardel.

Trabajó mucho para las compañías de revistas de Francisco Canaro. Cuando viajaba extrañaba mucho su casa, el café de Corrientes y Talcahuano donde en las tardes ocupaba siempre la misma mesa y recibía a sus amigos, entre ellos Gardel.

Su compañera de baile durante diez años, Carmencita Calderón, dijo de él: «No era buen mozo, era feo como noche oscura y esa cara picada de viruela, pero su forma de ser era suave y simpática. Ahora, cuando se enojaba temblaban todos…Nunca uso revólver, de un cachetazo los dejaba dormidos…Tenía un don especial, elegancia y un compás único. Fue un gran creador de pasos, pero también tenía muchos «cortes» en común con José Giambuzzi, El Tarila ».

Una escena de la película “Tango” de 1933, junto a Carmencita Calderón.

Según palabras de Francisco Canaro, “Puede decirse sin temor a hipérbole, que «El Cachafaz» fue indiscutiblemente el mejor y más completo bailarín de tango de su tiempo. No tuvo maestro de baile, su propia intuición fue la mejor escuela de su estilo. Era perfecto en su porte, elegante y justo en sus movimientos, el de mejor compás, en una palabra.»